viernes, 6 de marzo de 2009

En el espíritu de Neruda

Vivimos tiempos de profunda crisis financiera, cuyas causas se supeditan al clima de pánico propicio para que ejecutivos y afines procedan a despidos masivos, recortes en programas humanitarios, subidas generalizadas en precios y reducción de servicios. El objetivo es claro: sanear el producto que permita a la glotonería capitalista mantener su maquinaria y los salarios astronómicos de una cúpula ejecutiva que recibirá su bono anual por el trabajo llevado a cabo con precisión cirujana (por mucha crisis que haya, ¿o precisamente por ella?). No importa si la tal cúpula es la causante de este enredo gigantesco que los de abajo, en una reconfiguración feudal, acaban no sólo por sufrir, sino también por pagar, literalmente. En el año 2002 el número de vicepresidentes en la Universidad de Vermont (UVM), donde trabajo como profesora de español desde hace casi dos décadas, era de tres, y el fondo disponible superaba los 100 millones de dólares. En seis años, el arrebato corporativo liderado por el Señor Presidente multiplicó el número de vicepresidentes de 3 a 26, y los sueldos de la cúpula administrativa se incrementaron, sin contar bonos ni beneficios, por encima de los 7 millones de dólares, una subida del 152% (entre nuevos puestos y subidas salariales). Como contrapartida, el sindicato de profesores ha logrado a duras penas conseguir un aumento salarial en incrementos progresivos de 4%, 3% y 2% en los próximos años, lo cual no impide que mi sueldo esté muy por debajo de la media nacional, y que siga teniendo que financiar conferencias y lecturas de mi propio bolsillo.

Pero estamos en crisis, nos dicen, en un agujero multimillonario que requiere acción inmediata, como la de llevar a cabo despidos (16 instructores ya fueron notificados en la “primera fase” de acción); no renovar contratos (una forma camuflada de despidos); subir, otra vez, las matriculaciones (desde 2002 subieron ya 30%); aumentar el número de estudiantes (¿quiénes y en dónde se impartirán estas clases?); suprimir dos equipos deportivos; etc. En mi “unidad”, en la terminología corporativa que se maneja, se plantea unir todos los idiomas impartidos (lenguas asiáticas, lenguas romances, alemán y ruso, árabe), con el sector de lingüística y la facultad de sociología (esto en un momento de reconocimiento del español como segunda lengua de EEUU, en un debate nacional que cuestiona la condición foránea del idioma de Neruda y su consecuente reubicación académica). Quien manejaría este entramado sería un “Business Manager” que lograría con la rearticulación masiva ahorrar al año… 100.000 dólares. O sea, la mitad del sueldo de muchos de los nuevos ejecutivos en la cúpula administrativa. (Incidentalmente, la idea de consolidación parece que formó parte del plan o visión del Señor Presidente previo a la crisis, es decir, muchas de las resoluciones responden a una agenda personal que aprovecha la actual coyuntura).

¿A quién se pretende engañar? ¿Quedará conforme este “Business Manager” con el sueldo ralo del profesor-jefe del departamento de turno? ¿O habrá que contratar a una compañía de consultoría para solventar la ecuación financiera, como sucedió con el desastre del programa People Soft? (18 millones de dólares de gasto adicional, no aprobado, sobre el coste inicial de 23 millones en un programa electrónico que había sido ya denunciado por sus fallos a nivel nacional; incluido en el gasto extra es el pago a consultores que cobraron entre $190 y $350 la hora). Obvia decir que los responsables de todo este desastre que ha contribuido enormemente a llevarnos a donde estamos apenas han sido cuestionados por su pésima gestión. En tiempos de crisis, donde nos dicen tenemos que “apretarnos el cinturón”, nuestra decana ha recibido 8.000 dólares de incentivo o bono (tal vez por haber llegado a tan brillante propuesta). De hecho, ella es de los menos pagados en incentivos que premian la contradictoria “productividad” de los de arriba (innecesario decir que profesores ni afines tenemos opción a bono alguno, por muchas y variadas que sean las tareas no remuneradas que seguimos ejerciendo). La cantidad en bonos desde el año fiscal 2006 pagados a la cúpula con independencia de sus enormes salarios es de casi 1 millón de dólares ($896.594). ¿Cuántos puestos de trabajo se pueden salvar con ese dinero “extra”? Un sólo profesor a tiempo parcial, sin ni siquiera beneficios mínimos, cobra anualmente el bono medio del ejecutivo de turno. Dieciséis profesores ya han sido despedidos, mientras la cúpula mantiene sus puestos, rapacidad y excesos, y sin responder a responsabilidad alguna ante los graves errores de gestión que han llevado a este punto de catástrofe financiera. Algo muy semejante sucede a nivel nacional, como la acumulación multimillonaria de bonos por parte de los ejecutivos bancarios tan pronto recibieron apoyo federal, situación que ha enfurecido a los ciudadanos obligados a sufrir restricciones en tiempos “de crisis”. Sin duda, estos ejemplos de profunda desigualdad social y económica revelan apenas la punta del iceberg.

¿Dónde se encuentra la clave y entraña de la universidad? ¿No se basa en conceptos universales de conocimiento y educación? Si la esencia universitaria se ha vuelto corporativa, empresa en la que los estudiantes son considerados “clientes” y los profesores “knowledge providers” (proveedores de información), se quiebra completamente el espíritu y noción misma de esa institución, cuyo planteamiento se define en UVM como “non profit”, esto es, sin ánimo de lucro, y en nuestra universidad se cimenta en gran medida en valores de justicia social. Conocimiento, empatía, educación, investigación y no oligarquía, dinero y ganancia económica deberían fundamentar los valores universitarios, en sintonía con el espíritu inagotable y solidario del mejor Pablo Neruda.

Tina Escaja

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